domingo, 30 de marzo de 2008

Dani The O (1966-2008)


En sus blogs se identifica como “90 kilos de amor, pelo largo y una joroba que si la tocas trae suerte”. Nació como Daniel Díaz el 14 de septiembre de 1966 y falleció ayer sábado 29 de marzo, después de que un derrame cerebral lo dejara en coma y con daños irreversibles apenas unos días antes.
Lo conocí hace muchos años en el ya mítico bar de San José 5, donde se reunían los miembros del Círculo Argentino de Ciencia Ficción y Fantasía (CACyF). No sé cómo llegó allí, porque lo suyo era el humor, en todas sus expresiones, tanto que no le alcanzaba con los medios gráficos: trabajó como guionista humorístico para televisión, estudió cine, actuó y dirigió, impulsó obras teatrales...
A causa de un proyecto que no pudo concretarse, hoy cuento con un par de dibujitos que él armó para unas historias que nunca fueron publicadas, las “Memorias de un Comandante Estelar”. Quiero compartirlos con todos a modo de homenaje.



Si alguno de ustedes frecuentó San José 5 probablemente pueda identificar a estos singulares personajes.

jueves, 13 de marzo de 2008

Un sabueso nostálgico

Sigo buscando a los culpables de la teórica muerte de la Ciencia Ficción. Hoy quiero pensar un poquito en cuáles son las causas por las que un libro de Fantasía es más rentable que uno de Ciencia Ficción. (Sí, ¡que feo suena!)

Ale Alonso me recordó que Isaac Asimov decía algo así como:
"Comenzamos a hablar de Ciencia Ficción cuando las consecuencia de los cambios que sacuden a nuestras sociedades empiezan a notarse en períodos tan o más cortos que la vida de una persona."
Es cierto. Me falta sólo un puñado de días para ganarme el cuatro que me acompañará una década, y el mundo de mi infancia es algo tan lejano y distinto que, si en ese momento pudiera imaginar este presente, me resultaría de ciencia ficción. Máxime cuando el niño de mi pasado se imaginaba biólogo marino (secretamente exobiólogo, ahora lo sé), y hoy ya hace más de veinte años que soy informático, un oficio que entonces, de existir, era muy distinto. Además, recuerdo una niñez con bancos en las veredas, vecino con vecino, charlando en al tranquilidad de la tarde, porque había tiempo para eso. Había tiempo para compartir porque el tiempo, parece, corría distinto.
Hoy, ese mundo no existe más. El futuro llegó y pasó hace rato, cada vez nos sorprenden menos esos gadgets que sólo cumplen si pueden ser considerados artículos de venta masiva y, a su vez como no nos sorprenden ya los incorporamos como algo normal, pues puede ser que nos ayuden a mantener cierto estándar de vida, pero muy pocas veces nos ayudan a estar menos tristes.

Resumiendo, cada vez los sueños están más ausentes en el imaginario de las personas.

¿Será esto? ¿Será que necesitamos sueños que el homo habilis no puede satisfacer, pero que sí puede cumplir el homo magicus? ¿O será, realmente, que como cada vez estamos más embrutecidos simplemente buscamos la evasión?

Dejo para otro día un tema paralelo: ¿Es realmente tonta la Fantasía? ¿Es realmente inteligente la Ciencia Ficción?

martes, 11 de marzo de 2008

Calesita

Ciclos. La vida de una persona está llena de ciclos. Algunos que se abren, otros que se cierran; unos pocos que se repiten una y otra vez, vuelta tras vuelta, como en una calesita. Estos últimos se vuelven previsibles: a la tercera vuelta uno ya sabe que detrás del avioncito amarillo (que, pobre, nunca despega) viene el caballito azul, ése que con la mirada fija hacia delante se empeña en subir y bajar aferrado a un caño, siempre con los mismos vaivenes, siempre perseguido por el barquito que todo el tiempo surca la misma huella en un agua que no existe.
Estos ciclos previsibles tienen la virtud y a la vez el defecto de brindarnos la seguridad de lo ya conocido. Más allá de que el caballito suba o baje, siempre sabemos qué nos depara tras el horizonte, y aunque a veces nos empeñemos en imaginar una frontera distinta a la anterior, el caballito, el avión y el barquito nos acercan siempre a los mismos destinos, y eso, internamente, ya lo sabemos. Es verdad que giro tras giro nos vamos haciendo más duchos, y ya no le llevamos tanto el apunte al amoroso consejo del “agarrate fuerte” y empezamos a buscar con más manos esa sortija que alguna vez tendrá que tocarnos. Pero, ¿qué buscamos, entonces? ¿Queremos, simplemente, otra vuelta más, otro giro tranquilo y sin sorpresas emboscándonos tras la primera curva? ¿Por qué perseguimos la sortija con el firme propósito de permanecer igual que siempre?
Y así, tranquilos y confiados, nos vamos haciendo prisioneros de esta calesita que nos envuelve y envuelve, engañándonos a nosotros mismos, creyéndonos que todo puede seguir igual aunque, tal como el río nunca es el mismo río, cada vuelta es distinta a la anterior porque nosotros ya no somos los mismos.
A veces, sólo a veces, nos damos cuenta de que lo mejor es bajarnos de la calesita. No es fácil dejar la seguridad de la rueda para adentrarse en terrenos desconocidos.
Pero hay que hacerlo.